Mira a Nora jugar

Nora, se levanta de la cama. Quiere permanecer todo el día en soñando, en la comodidad de su encaje.
Nora llora. Quiere entender, robar los sueños de alguien más hasta que los suyos aparezcan. Robar los sueños de alguien más hasta mañana.
Nora quiere jugar. Juegos de eternidad, sentada en la firmeza del inconsciente.
No hay otro camino.
Nora canta que te extraña.
Intenta de otra forma.
Juegos libres de fantasmas.
Mira a Nora jugar
Nora recorre pasillos de hule. Por entre el sonido de los árboles y el viento de media tarde. Comiendo dulces de luz y mazapanes de miel.
Nora duerme. Duerme en la comodidad del encaje. Soñando los sueños de alguien más.
Mira a Nora jugar



No existe


-Solo se feliz.
-En serio, ¿juegas conmigo? Púdrete.
-Solo quiero que seas feliz.

El sol de la tarde cubrió el firmamento con tonos cobrizos. Los arboles empezaban a bailar con el viento. Y el tiempo se detuvo, recordando el momento.

Canciones de Nirvana rompen el silencio en el auto. Se entremezclan con los sollozos de Erika. No entiende que será la ultima vez que vera a Daniel. Se aferra a los últimos 4 años de su vida, se aferra a la idea de la boda en julio, se aferra como un niño en el asiento de una montaña rusa. La decepción ante sus padres, la perdida del deposito del salón, el vestido de novia guardado en un armario. Zapatillas blancas que no serán gastadas en el tacón. Y llora profusamente, golpeando el brazo que se extiende ante ella.

-¿Porque, porque, porque?

El vodka fluye constantemente. Los sueños se dispersan, dejando todo en una calma hipnotizante. Enciende el televisor y deja que las horas transcurran entre humo de cigarro, estática y comida enlatada.

-¡Contéstame, hijo de puta!!

Un año después, las cosas siguen en su sitio. 30 kilos de más, las primeras arrugas y la foto de la última vez que fueron felices en su regazo. Solo quiero que seas feliz. Maldito bastardo. Se levanta penosamente al trabajo, esperando que pase un autobús urbano y la atropelle a mitad de la calle. Apenas si se arrastra a su oficina, pensando sin pensar, viviendo en las sombras de lo que pudo ser.

No hay día que no piense en él. Y en el suicidio. Y en como restregárselo.

Los días se fusionan con las semanas y las semanas con los años. Siempre fue tan cobarde que nunca busco nada más. Se quedó viviendo una decepción. Y hoy un ataque al corazón termina con la vida que no pudo terminar ella.

-No fue fácil, tenia todo con ella.
-Y entonces, ¿porque la terminaste? Y a escasos 2 meses de la boda. ¿Que fue lo que paso?
-No lo sé.
-¿Como que no sabes?
-No lo sé. Creo que ella no existe.

Love Scene, Version 6


Recuerdo la noche de tu ausencia. Recuerdo tu respirar entrecortado, un segundo sobre mi pecho, al otro se había ido. Recuerdo tus zapatos de tacón caminar hacia el tocador, tomar tu bolso y salir. No volteaste la cara. No me concediste una ultima mirada.


Recuerdo cuando te encontré en la calle. Subiste a mi auto, besaste mi mejilla. Encendiste el radio y sintonizaste una estación romántica. Paramos en una tienda de autoservicio a comprar botellas, botanas y condones. Caminaste a mi lado, abrazaste mi espalda mientras le pagaba al cajero. Tus bellos ojos verdes, acentuados aún más por el delineador negro, tenían una chispa. Pediste una paleta roja como tus labios.

Llegamos a mi apartamento. Tocaste todo, viste todo. Parecías una niña en un país de muñecas y dulces. Abriste las cortinas de mi sala y observaste la viste desde un decimotercer piso. Puse la música más sensual del mundo. Chilli Out, Jazz y tu risa llenaban el ambiente. Abrí la botella y serví dos copas. Casi me arrebatas la copa de mi mano y brindaste. "Porque esta noche sea inolvidable". Bebiste la mitad de un trago. Y yo, cual fiel servidor, me dedique a observar ese cuerpo perfecto. Te vi bailar por toda la estancia, jugar con tu vestido. Me deje caer en el sillón. Te acercaste.

Lentamente desabroche el seguro de tu sujetador. Baje mi cabeza por entre esos pechos perfectos, sentía tu palpitar entre mis labios. Tu piel blanca se contrastaba por la media luz que entraba a través de la ventana. Me embriagaba cada vez más con ese perfume, mezclado con sudor y feromonas. Tus largas piernas me envolvían, cual serpiente al atrapar a su presa. Tus pezones firmes y tu vientre tenso. Besaste mi cuello, pidiendo que lo hiciera despacio. Me llevaste firmemente hacia tu monte de venus. Y me deje llevar por entre esas sensaciones que manchaban mi barba y llenaban mi libido.

Mi hombría aún estaba deseosa de tus placeres. Te pusiste sobre mi y gozaste conmigo. Primero pausadamente, con un gemir rítmico, un poco más rápido, más rápido, para cortar y empezar otra vez todo. Jugaste con el sexo, queriendo engañar a mi naturaleza. No querías que terminara. Tus uñas sobre mi pecho. Mis manos abarcando el tuyo. El temblor de tu nalga. Y tu gritando mientras yo estoy dentro de ti. Disfrutando cada segundo. ¡No Pares!. Y continuo mientras la fuerza que sale de la fusión de nuestros cuerpos mantienen mi pene erecto. El segundo condón ha terminado lleno. Y me dispongo a recorrer tu cuerpo, con la yema de mis dedos. Quiero grabar esta noche en mi mente. Tu terminas después de mi y me arañas más y más fuerte. Tus pies están tensos, tu respirar entrecortado. Un segundo sobre mi pecho y al otro se ha ido. No me concediste una ultima mirada. Y tu cuerpo vale 515 francos.

Trilogía del hombre que se encuentra solo. Capitulo III: Te Olvidé

Te olvidé. Cuando no te encontré. Cuando mis viajes terminaron. Cuando los sueños diluidos del frió sentimiento se perdió en el horizonte del pensamiento. Cuando las lágrimas se secaron. Te olvidé. Cuando deje de sentir la basura dentro de mí. Cuando lejos de la mente, deje de vivir. Te olvidé. Porque no me queda nada más. Porque tú significas todo para mí. Te olvide. Entre cientos de recuerdos. Respirando en un vaso de cristal. Oyendo a través de una concha marina. Te olvidé. Cuando me dijiste que no me amas. Cuando te fuiste. Te olvidé. Porque el fuego lo consumió. Porque tus ojos cafés me pidieron que los amara. Te olvidé. A ti y a tu cabello dorado. A tu triste caminar por entre humo y pasto. A tu indiferencia y a tu sopa de arroz. Te olvidé. Como siempre lo hago. Te olvidé. Por sobre todas las cosas. Como una canción de Nicho Hinojosa. Como caminar con las mano sobre piedras de mármol. Te olvidé. Te encontré. Te amé. Te perdí. Como el vuelo de la gaviota. Como los libros del rincón. Como los años guardados en un cajón. Te olvide. Como a una maceta de corredor. Te olvide. Porque no puedo dar el siguiente paso. Porque olvidar me obliga a recordar que olvide. Porque olvidarte me permite abrazarte. Porque olvidarte me hace amarte. Te olvide...

Trilogía del hombre que se encuentra solo. Capitulo II: Te Perdí

Te perdí. Sobre viejos cuentos de hadas y caballeros de blanca armadura. Sobre las sabanas de algodón que nos regalo tu madre. Te perdí. A las 3 de la mañana. Mientras volaban los sueños de alguien más sobre mi cabeza, mientras los vasos de cristal se derretían, mientras todo mundo dormía. Te perdí. Justo cuando más te necesitaba. Cuando falsas ilusiones me daban vida, cuando el triste recuerdo del ayer se despedía. Te perdí. A fuerza de hambre. Durante el ciclo rem y aquella plancha que me arrojaste. Te perdí. Durante una cena de huevos y Alan. Por pendejo y sobre el sudor del sexo. Te perdí. Por el dolor del bronceado en la espalda. Te perdí. Por los grupos de psicología, las prostitutas y la bebida. Te perdí. Ante los ojos de tu madre muerta y por sobre dios y la madre tierra. Te perdí, durante el desayuno psicodelico de caballos alados, hipopótamos con cara de Camila y pies pequeños donde caben abejas rosas con grandes antenas que captan mis sentidos, con arco iris de cabellos de tierra, cabezas de diputados, mujeres con cien tetas, cuerpos de cristal y camas de viento y sollozos, flautas de agua en pipas de papel corrugado, por sobre las hojas con forma de pajarillos que cantan sonata claro de luna, con manos que rezan y viejas paredes blancas donde mil orejas escuchan lamentos, en una ciudad de pequeños dedos, con autos y contaminación, con trastos en la alacena, con tus rizos amarrados a la cama, con tu cabello negro y tu sexo palpitante, con viajes de risas y ensueño, con vecinas y colores que se respiran, pero no se ven y saben a chocolate blanco, gris y negro.Te perdí...